Autor: Amada Selina

  • VIDAS PASADAS

    ¿Existen las vidas pasadas? ¿Cómo se puede comprobar? ¿Qué utilidad tiene saber algo de una vida anterior?

    Mi experiencia de cientos de lecturas de Registros Akáshicos me confirma que tenemos vidas anteriores a esta. Lo afirmo por los cientos de ejemplos reales en los que una situación de una vida anterior es clavada o casi clavada a una situación en el presente. ¿Cómo puede ser? Si accedemos al Registro de una persona y describimos algo que pasó y que le afecta en la actualidad y al conocerlo algo se libera, ¡ya hemos ganado mucho! Pero ¿por qué se repiten situaciones exactamente iguales o muy semejantes? Lo he consultado con los Guías y Maestros y lo que sentí es que las situaciones se repiten para superarlas.

    Pondré ejemplos:

    A. Una mujer que pierde a su gran amor y cae en la locura en una vida anterior pierde a su pareja también en la vida actual para aprender a sobrevivir sin su amado. El sentido no es que el alma sufra de nuevo, si no que aumente su nivel de conciencia y pueda vivir lo más feliz posible a pesar de la pérdida. Ese es su aprendizaje.

    B. Alguien que robó en una vida pasada tiene ahora la oportunidad de robar. La situación se repite, pero si es más consciente, por atractiva que sea la propuesta, no robará. Si no roba habrá «aprobado» esa asignatura, habrá comprendido que no es correcto robar, entenderá mejor el papel de la víctima y que el robo (abuso, extorsión, chantaje, etc.) no son las formas adecuadas para obtener bienes o riquezas. Si vuelve a quedarse con lo que no es suyo acumulará problemas en su vida presente o en las futuras.

    C. Quien cometió torturas en vidas anteriores puede sufrir ahora de enfermedades paralizantes, limitantes, largas y con mucho dolor. ¿Cuál es el objetivo? Comprender el dolor, perdonarse a sí mismo por los errores cometidos y el daño hecho, aceptar la situación y tratar de vencer la enfermedad con paciencia. A la persona que lo sufre en la actualidad puede parecerle injusto sufrir tanto, pero su alma sabe que si no lo pasa en su cuerpo no lo entenderá y podría volver a repetirlo.

    No todo lo que nos ocurre tiene su origen en el pasado.

    No todo lo que nos pasa procede de nuestra infancia, ni de la posición de los astros el día de nuestro nacimiento, ni de los errores cometidos por nuestros ancestros. Somos el resultado del pasado, sí, pero de todos los pasados: la parte consciente y la parte inconsciente y desconocida. ¿Por qué nos ayudaría, entonces, conocer las existencias anteriores que nos están limitando? Porque solo con saberlo entenderíamos muchas cosas y podríamos tener calma, aceptación y fe.
    La lista de ejemplos es interminable y nos explica enfermedades, ruina económica, falta de fe, problemas en las relaciones, tendencia a la depresión, fobias (a objetos, lugares, situaciones), alergias, etc. Pero las vidas pasadas también pueden explicar nuestras filias, es decir, nuestra atracción por ciertas personalidades, por ciertos lugares, objetos, comidas, prácticas, etc. ¿Qué podemos sacar de este conocimiento? Podríamos entender porqué tenemos vocación de ayuda (vidas de médicos, misioneros, proveedores), por qué nos encanta bailar o cantar (en una vida anterior nos permitió sobrevivir, nos hizo conocer a nuestra alma gemela, nos dio independencia económica) o porqué nos atraen ciertos lugares (fuimos muy felices en ciertos sitios, por ejemplo).

    Te preguntarás, ¿es tan sencillo? Mucha gente no cree en la reencarnación, es comprensible, y muchas personas creen en ella, pero rechazan el peso que el pasado pueda tener en nuestro presente. Pero si hoy publico esto es porque me consta que muchas personas de nuestra vida actual no son nuevas en nuestra existencia. Ya hemos estado en los lugares en los que vivimos actualmente o por los que sentimos una atracción (o un rechazo) obsesivos. Odiamos o amamos el dinero, las joyas, la riqueza sin saber por qué, ya al entrar al Registro y consultar a veces podemos conocer la causa. Insisto, no todo procede de vidas anteriores, pero los aspectos más relevantes de nuestra personalidad o nuestra vocación pueden tener su origen en tiempos remotos. Nuestros mayores temores (perder a un hijo, quedarse sin nada, morir a solas, tener una larga enfermedad, ser abandonado, etc.) y nuestras mejores habilidades y capacidades (ver el futuro, ayudar a otros, hacer dinero, hablar en público, vender productos, aconsejar a otros, etc.) pueden tener su base en experiencias vividas por nuestra alma en siglos pasados. Por eso, conocer esta información puede ayudarnos a entender el presente y a resolver problemas o circunstancias en el presente.

    ¿Es necesario saber esto? No, en absoluto, pero ayuda mucho.

    ¿Todo el mundo puede acceder a esa información? Como maestra y lectora de Registros Akáshicos afirmo rotundamente que sí. Cada vez más personas pueden acceder al Akasha (la dimensión energética que guarda toda la información del universo) por la vibración actual de la Tierra y por el aumento de consciencia de los seres humanos en el momento actual (aunque a veces no lo parezca, gente, lo sé).

    ¿Cómo nos ayuda conocer el pasado? A veces solo con saber algo se rompe el nexo que une el presente con la experiencia del pasado y ya no se repite la misma situación. Sí, lo repito, solo con saber algo hay situaciones que se limpian, se liberan y mejoran. Otras veces nos sirven para evitar cometer el mismo error o para tomar otra decisión más adecuada. Por ejemplo: alguien que en tiempos pasados se casó por conveniencia y fue muy infeliz. Al conocer este hecho la persona decide conscientemente que no volverá a hacerlo en la vida actual, ¡ole, ole y ole!

    ¿Cómo se perciben las vidas anteriores? Cada persona es única y tiene una forma personal de recibir esa información: imágenes, palabras, sensaciones, sueños… La mayoría de mis alumnos afirman que sienten o ven una escena «del pasado». El protagonista puede tener otro aspecto (ser del sexo contrario, vestir un tipo de ropa particular, mostrar su clase social, el lugar donde vive, el país o la época exacta) pero nos muestra lo que ocurrió para que podamos entender qué relevancia tiene en la vida actual. Lo importante es que esa persona (esa encarnación distinta de la misma alma, en otro tiempo y en otro lugar) vivió algo concreto que nos da pistas de un problema actual y de su posible solución. ¿No es fantástico? Hermanos que se llevan mal actualmente porque fueron soldados enemigos en el siglo XVIII, personas obsesionadas con la belleza física porque su juventud y hermosura les salvó de la muerte en el siglo XIII, gente callada, tímida y sumisa que fue esclavizada en la época del Imperio romano, personas con TOC (trastorno obsesivo compulsivo) de limpieza porque en el pasado contagiaron a su familia de una enfermedad que acabó con ellos… ¿sigo?

    No pretendo convencer a nadie…

    Solo muestro un pequeño botón de la ayuda que supone conocer el pasado para no repetirlo. Tener más consciencia nos permite evolucionar, comprender, crecer, sanar y ser más felices. ¿Imprescindible? No. ¿De gran ayuda? Sí.

    Mis alumnos han aprendido a acceder a sus Archivos o a los de otras personas (animales, plantas, lugares, objetos) y solo con fe y práctica irán percibiendo cada vez con más claridad información canalizada de ayuda para sí mismos o para los demás. Pero aparte de esta maravillosa herramienta, simplemente meditar y pedir comprensión, ayuda y soluciones permite al ser humano mejorar su presente. A ver si me explico mejor: no te alcanza el tiempo ni el dinero para tener un entrenador personal ni para ir a un gimnasio, ok, pero sí puedes hacer una tabla de ejercicios en tu casa. Si lo dudas, por favor, ponte a ver la película Rocky (al menos la primera o la segunda). No puedes permitirte ir a un nutricionista, lo comprendo, pero si escuchas a tu cuerpo pronto reconocerás qué alimentos te sientan bien y cuáles mal, cuándo digieres mejor o peor y porqué. No tienes acceso a un coach, ¿correcto? Pero tú tienes un alma muy sabia, no lo olvides, pregúntale a tu alma, habla contigo, lee, estudia, escribe, hazte preguntas y dite la verdad: tú llevas dentro a tu propio maestro interior. No podemos echar balones fuera. nuestra vida no es responsabilidad del otro. Somos humanos adultos y relativamente conscientes, dejemos de depender de que alguien nos resuelva los problemas.
    En síntesis: si algo te atrae mucho es por algo, si algo te repugna mucho también es por algo.

    No es imprescindible viajar a la India o visitar a un gurú para resolver la mayoría de nuestros problemas. Por favor, dejar de entregar vuestras decisiones, salud, inversiones o relaciones a otro. Cada uno es responsable de su propia vida, actitudes y comportamientos.

    Y sí, por si te lo preguntas, yo ya hice este trabajo en algunas de mis vidas anteriores: ayudar a los demás a llevar mejor su vida, ayudarles a creer en sí mismos y en sus propias capacidades espirituales. Y no, el maestro es solo un utensilio para tu avance, muerto el maestro el discípulo sigue avanzando.

  • TIPS PARA CANALIZAR

    TIPS PARA CANALIZAR

    No hay nada nuevo bajo el sol. Ya he compartido estos consejos en anteriores artículos, en las redes sociales y en muchos vídeos, pero se hace necesario repetirlo si aún no ha llegado a ti. Pecaré de insistente, pero no me canso de afirmar que canalizar información de seres espirituales no es un don exclusivo de algunas personas, sino que es algo que todos podemos desarrollar.  
    Dicho esto, elige un lugar tranquilo, siéntate con la espalda recta y  toma bolígrafo y papel. Adelante.
    1.- Realmente, ¿quieres conectar con seres de luz? ¿Estás dispuesto/a recibir sus mensajes? (más…)

  • ¡PRESENTE, SEÑOR!

    ¡PRESENTE, SEÑOR!

    La necesidad de estar presente es ahora más evidente que nunca. Los tiempos que atravesamos exigen una mayor consciencia en esta batalla perpetua entre la luz y la oscuridad. ¿Por qué? Mira a tu alrededor, ¿cómo están las cosas? ¿Cómo está tu familia? ¿La gente que te rodea? ¿Y cómo están los países que rodean el tuyo? ¿Y los más lejanos? Se habla de crisis de valores, de falta de consciencia y de la necesidad de «despertar», pero ¿qué rayos significa esto? Sencillamente, significa estar presente. La consciencia no es otra cosa que estar en el aquí y en el ahora con toda la intensidad y la atención posible. Esta disposición interior terminaría con las depresiones, los miedos y, por extensión, con las guerras internas y externas.

     Imagen de StockSnap en Pixabay 

    ¿Cómo podemos hacerlo?

    Es simple, pero no sencillo. Se trata de respirar y estar atentos a la respiración y a sus efectos en nosotros. Consiste en mirar y en ver lo que realmente uno está mirando, no las veinte cosas que acuden a nuestra cabeza. Te pido que centres tu atención en este momento. Sí, sé que te lo he pedido muchas veces, en los vídeos y en otros artículos, pero si lo hicieras ya no tendrías que buscar fuera de ti lo que ya sabes hacer, así que… continúa. Hazlo de nuevo. Pon tu atención en tu respiración, ¿qué piensas y qué sientes? ¿Qué pensamientos, emociones o sensaciones aparecen? Este ejercicio es el principio de la consciencia.

    No hay que ir al monte a meditar, no es necesario viajar lejos para conocer al gurú de moda, esto es inútil si no prestas atención a lo que te rodea, ¿lo haces? Ese es tu viaje y tú eres tu gurú, tu maestro. Los demás solo apuntamos con el dedo la dirección en la que puedes empezar a caminar, solo eso. Pero la consciencia no está en el maestro, en el método, en el libro ni en la naturaleza, sino en ti. ¿Dónde la ubicamos? Se puede creer que la consciencia está en la cabeza, pero yo no lo creo. Ahí están las ideas y los pensamientos, los prejuicios y los temores, las estrategias y las metas, pero la consciencia atañe a todo el cuerpo. ¿Tienes cuerpo? ¿Y estás vivo/a? Ole, ya tienes la mitad, pues no puedes ser consciente sin estar vivo o viva, así que ya tienes la base: vives. No se requieren estudios ni investigaciones para estar consciente, solo atención, y la atención es una capacidad a desarrollar no un título universitario ni una conquista tediosa. Al contrario, se logra fácilmente poniendo la mirada (literal y figuradamente), el oído, el olfato, el gusto y el tacto en aquello en lo que estás. ¿Estás trabajando? Da el 100%. ¿Estás cocinando? Pon toda tu atención. ¿Vas a ducharte? Haz de un gesto cotidiano un momento sublime. ¿Quieres hacer el amor? Perfecto, y, ¿en qué estás pensando? Si no centras tu atención estarás cocinando en el trabajo, duchándote cuando estás en la cama y haciendo el amor cuando cocinas o te duchas, es decir, totalmente descentrado/a, totalmente inconsciente, ¿y quieres avanzar en tu espiritualidad?

    ¿Qué cuerpo tienes y cómo te tratas? Ayunar puede ayudar a tu concentración pero pasar hambre elimina tu capacidad de pensar en otra cosa que no sea comida, ¿ves los extremos? La consciencia es un modo de equilibrio. Puede que tardes muchos años en lograr un equilibrio aceptable y sano entre tus objetivos mentales y tu capacidad física, o entre amar a los otros y amarte a ti, pero si no empiezas ahora nunca lo lograrás, por tanto: respira y obsérvate mientras lo haces. Cuando estás presente en lo que haces cometes menos errores, disfrutas más y no hay lugar para el miedo, la rabia o el drama, solo para lo que es, en su justa medida, porque no cabe nada más. ¿Lo has probado alguna vez? Estás tan inmerso/a en algo que ¡nada puede distraerte! Esto es una virtud, no un defecto, pero en esta sociedad de la prisa y el rendimiento se ha sustituido la entrega y la concentración por las cifras y los números, por el «más» olvidando el «mejor», y el ser humano traduce que si hace más y más rápido llegará antes a su propósito, cuando sucede más bien lo contrario. La prisa mata, lo sabemos, pero el peso personal y social nos empuja a seguir corriendo sin saber hacia dónde, como un pollo sin cabeza. ¿Eres eso, un pollo sin cabeza? ¿Eres un ser orientado al rendimiento, la acción, la cantidad o la prisa? Tal vez por eso triunfan las estrategias del tipo «hágase rico en 7 días». Y digo yo, si funcionara, todo el mundo sería rico, estaría sano y sería feliz, pero no es así. ¿Por qué crees que hay un tipo de venta que se llama «venta por impulso»? Porque se logra la venta ofreciendo ventajas fantásticas en muy poco tiempo y por un plazo muy limitado, y, claro, ¡tienes que decidir sin pensar! Ahí tienes el truco: sin pensar, sin reflexionar, sin valorar nada. ¿Acaso no tienes cientos de cosas que no utilizas, que no te sirven, pero que eran muy baratas o que eran únicas? Pues la vida también nos ofrece esa cosas de «rebajas», esas gangas y ofertas que hay que tomar ahora o nunca y que no nos permiten pararnos a sentir, a discernir, es decir, a tomar consciencia de si lo necesitamos, de si realmente nos aportará felicidad o de si solo aumentará los problemas. ¿Me explico?

    No hay prisa, y lo digo yo, que vivo acelerada, por eso lo digo por experiencia. No hay prisa, solo consciencia, que es estar presente. Entonces todo se intensifica. Haz la prueba. Regálate diez minutos, basta con diez, para ti, a solas y sin interrupciones, y quédate contigo esos minutos. Si nada te interrumpe y te centras solo en ti ¡verás lo que ocurre! No haré spoiler (no adelantaré nada), prueba, no tienes nada que perder. Si necesitas saber algo, date diez minutos. Si no sabes qué hacer, regálate diez minutos. Si no puedes más, si no entiendes nada, haz esta prueba. Eso sí, no hagas trampas: no vale mirar el teléfono móvil ni escuchar música. Solo vale quedarte en silencio y sentir lo que haya, lo que venga. Eso es estar presente. No admito reclamaciones, yo no sé lo que va a pasar, es un juego, una prueba. ¿Qué es lo peor que puede ocurrir?

    Estar presente va mucho más allá de las ideas. La mente se siente privilegiada porque durante milenios el más listo del clan ha sido valorado porque encontraba soluciones a los problemas. Esto tiene su lugar y su momento, pero la mente debe ponerse al servicio del alma en este ejercicio. No hay que pararla ni negarla, solo permitirle hacer su trabajo, pero que lo haga después, más tarde, solo para poner palabras a lo ocurrido durante estos diez minutos de presencia. El cuerpo tiene sus limitaciones. Claro que puede haber dolores, molestias, incomodidad, cosas que no funcionan… pero si pones consciencia te darás cuenta de qué te ocurre y, tal vez, de cómo se ha originado o de cómo eliminar el problema. Solo la consciencia permite saber lo que realmente pasa, lejos de la trampa del intelecto y de las necesidades y limitaciones del cuerpo, la biología. Puede que afloren emociones, que si aparecen es porque estaban, seguramente escondidas bajo el estrés, la exigencia y la prisa. Puede que una falsa espiritualidad, más orientada a la huida que a la presencia, estuviera tapando lo que realmente sientes. Puede que el dolor del cuerpo, la exigencia, los demás (jefe, pareja, hijos, amigos) demanden tanto de ti que, en un buenismo que confundes con amor, estés más fuera que dentro, más en ellos que en ti, seguramente más por ego y por necesidad de reconocimiento que por amor verdadero. ¿Lo has pensado? Puede que sí. ¿Sabes salir de ello? ¿Quieres salir de ello? Puede que aún te compense y por eso persiste. Yo no te digo lo que tienes que hacer, solo quiero que te des cuenta de lo que haces, de lo que quieres hacer y de lo que realmente estás haciendo, ya que normalmente estos tres deseos no coinciden.

    Que igual me estoy liando, eh, que tal vez no me explico. Lo que quería decirte cuando empecé a escribir esto es que todos los días recibo mails, comentarios y mensajes de personas que me piden que les ayude a ser más espirituales, que viaje a su región, que escriba más libros y que sortee cursos, pero su espiritualidad y su evolución personal no pueden depender de mi trabajo ni del de tantas personas que hacen algo semejante: tú no puedes depender de otro. Tu crecimiento personal y tu evolución como alma solo dependen de ti, nada la impide y nada la garantiza. Algunas personas como yo ayudamos, puede ser cierto, pero solo apuntamos un camino que has de tomar voluntaria y libremente, o será una imposición, una chantaje o una venta por impulso. Eres libre, yo solo escribo lo que me funciona, lo que me ha servido, y lo que más me ayuda es respirar centrándome en ese simple pero complejo acto involuntario. Lo hago voluntario, consciente, como peinarme, como hacer la cama, como desayunar, como amar. Consciente, pleno, sentido, percibido con todos mis sentidos, los del cuerpo y los sentidos internos. Esto es estar presente y vivir en plenitud, aunque se trate de barrer la casa y fregar los platos. Estar presente es mirarlo todo como se mira al amante, respirar como si fuera el último día, saborear el instante apreciando que no va a volver, que es el último, porque así es.

    Imagen de Stefan Keller en Pixabay 

    Este es el paso de avance que te propongo hoy. Esta es la espiritualidad que quiero para mí, para la gente que amo y para los que seguís mi trabajo: una espiritualidad real, íntegra, total, que nos lleve a vivir conectados a la luz que somos en cada instante. ¿Te unes? Cada vez somos más. Mira por la ventana e intuirás el brillo de millones de personas maravillosas que quieren sacar lo mejor de sí mismas. Brillar está de moda, pero solo se logra en el instante presente.

  • PAZ INTERIOR

    PAZ INTERIOR

    COMO AUMENTAR TU PAZ INTERIOR

    Para empezar te diré que yo no tengo ni idea pues soy, por naturaleza, una persona inquieta e impaciente y mentalmente activa. Sin embargo, la humildad para pedir ayuda a otros que saben más, sí la tengo. No me refiero solo a expertos en la materia, maestros o amigos que dominan este asunto, sino que también aprovecho toda la ayuda que el mundo espiritual nos ofrece y por eso les he pedido a mis maestros que nos ayuden con este objetivo.

    Pero, ¿es posible tener paz interior?

    He visto muchísimas personas en mi vida que parecen estar en un estado de calma profunda casi siempre. Incluso las situaciones graves parecen alterarles bastante poco. Tengo la teoría de que si una persona puede hacerlo, otra persona distinta también puede, tardé más o menos, lo haga mejor o peor, pero puede hacerlo. Animada por este pensamiento he decidido observar y copiar cómo lo hacen.

    En primer lugar han eliminado de su mente la idea de un mundo perfecto. Parece que saben que este mundo puede mejorar pero que será una mejoría paulatina, sutil y, desde luego, muy lenta. Admitiendo esto contemplan cada acontecimiento como una forma natural y “normal” de cómo transcurre la vida. Es decir, lo ven todo como si fuera correcto, o, al menos, como si estuviera bien.

    En segundo lugar, cuando ocurre algo doloroso o dramático se enfocan en la solución o en la salida, es decir, miran cómo van a resolverlo o, como mínimo, cómo sobrellevarlo sin perder la cabeza. No se quedan en el sufrimiento o en la rabia y la culpa, que es lo que nos suele mantener adheridos a los duelos de una forma crónica. Estas personas dice “vale, ha pasado esto, ¿cómo lo supero?”. Y desde luego no se toman nada como algo personal. Pensar que las personas actúan para hacerte daño o porque quieren algo de ti es una idea dañina y normalmente equivocada. El ego te hace creer que eres el centro de la vida de otro o el foco de atención de una empresa, una institución, del gobierno o incluso de los dioses. Esto es ego. Ni tú eres tan importante ni el mundo gira en torno a ti, y las personas que gozan de paz interior lo saben.

    Otra cosa que hacen bien es que desdramatizan. Parecen recordad que ya han atravesado otras crisis y que las han superado. Saben que en el universo hay ciclos para todo y asumen que nada es permanente, de modo que no se aferran a las personas, a las ideas y mucho menos a las cosas materiales.

    Todos ellos tienen algún ritual personal que les lleva a un estado de paz y calma que, cuanto más lo practican, más se fortalece hasta llegará a ser una segunda naturaleza. Es decir, que saben que las personas podemos cambiar.

    Estas son algunas de las actitudes y comportamientos que he observado en la gente que tiene calma y equilibrio en su interior, pero, ¿qué más pueden decirnos los seres espirituales? Y me dijeron esto:

    “Sé inteligente y mide los efectos del nerviosismo y la impaciencia en ti, ¿qué le hace a tu cuerpo? ¿Qué pensamientos te genera? ¿Qué comportamientos favorece? No parece que las prisas te hagan sentirte mejor. Cuando estás en la prisa ni estás en ti, y por la tanto, tampoco puedes estar con nosotros. Cuando estás viviendo desde la urgencia o desde la idea de un mundo perfecto, que es imposible, vivirás la frustración constante de darte con la cabeza en un muro, y la soluciones bien sencilla: aparta la mente y ve al corazón. Ahí reside la energía necesaria que te permite ser paciente, comprender sin juzgar, amar sin exigir y disfrutar sin culpabilidad. Es en tu interior donde siempre estuvo la paz, pero tú sueles ir a tu cabeza, donde solo hay barullo y ego. La mente tiene su misión, pero el remanso de paz de tu corazón está dentro del cuerpo, dentro del pecho, y si conectas con ese lugar todo se vuelve ordenado y sencillo, sin exigencias ni dolor. Esta es la manera de vivir que te sugerimos para que mejoren tu salud, tus pensamientos, tus relaciones y tu a prosperidad material. Nada importa salvo el corazón”.

    Creo que tenemos muchos más recursos de los que consideramos y utilizamos. Todos conocemos a alguien que es feliz y vive en paz. Si estás leyendo esto seguramente ya has leído sobre este mismo tema docenas de veces, tal vez más. Creo que intuyes cuál es el camino para vivir en paz. Si es así, ¿qué te impide estar en paz? Creo que nos falta práctica. Nos falta ponernos manos a la obra. Carecemos de la voluntad de movernos hacia el objetivo deseado y nos pasamos la semana buscando soluciones fuera cuando, tal vez, ya tengamos todo lo que necesitamos para ser felices, completo y acercarnos a la iluminación. ¿Y si fuera verdad que solo tienes que respirar y centrarte en eso? ¿Te imaginas que bastara estar centrado en lo que haces, y eso fuera la verdadera paz? ¿Y si pruebas?

    Yo lo haré ahora mismo. Tengo un postre que compré esta mañana. Me está esperando. Estoy disfrutando solo al pensar que lleva horas en mi casa y que el chocolate se huele desde aquí. No exagero, es que mi casa es muy pequeña y puedo oler el postre desde el sofá. Pero vamos más allá. Me acercaré a por el postre, ¡caray, las calorías! Oh, vaya, ¿voy a dejar que la exigencia estética me fastidien este instante? No, me prometo hacer más ejercicio mañana, conscientemente claro, sufriendo y sudando, pero con gusto, y solo pensar esto ya siento paz. Me acerco a la cocina. Miro el paquetito que contiene mi postre, ¡jope, qué pinta! Es comida basura, que es un día al mes, o cada dos meses, viva el chocolate. Así que me preparo un platito antiguo que tengo, mis cubiertos favoritos, y le doy un calentón al postre ¿por qué no? Que se derrita. Espero pacientemente los 15 segundos que funden el chocolate de mi postre y, ¡vaya, se me hace la boca agua! No puedo pensar en otra cosa, ¡qué capacidad de concentración tenemos cuando queremos, pardiez! Si me llaman ni oigo. Abro el microondas, saco lentamente mi postre, como si fuera una ofrenda. Lo llevo parsimoniosamente al salón. Subo la música, me acomodo en el sofá con mi manta de cuadros y me preparo para meter la cuchara. ¿Poco o mucho? Dudo. ¿Cómo sabrá mejor? ¿Una pequeña cantidad o llenarme la boca con una gran porción? Me decanto por un pequeño bocado, y escucho atentamente el suave sonido que me anticipa el deleite. Finalmente, lo pruebo. Mentalmente digo unas cuántas palabras malsonantes que evito escribir y que dan fe de la calidad de mi capricho y de su maravillosa textura. ¡Qué gozo! ¡Qué alegría! ¡Me aporta paz, sí! Pero observo críticamente que no se trata del sabor ni de su cuidado aspecto, sino de la libertad y placer que acompañan este ritual. Así que la paz, ahora lo comprendo, no estaba en el chocolate, como no lo está fuera nunca. Ni en los sueños logrados, ni en los demás, ni siquiera en Dios. La paz, inequívocamente, estaba en mí. Cuando me centré completamente en el disfrute de este gesto tal vez poco saludable pero sumamente placentero, me permití estar en el momento presente, así que es evidente que ¡se puede! Solo hay que intentarlo. Si mi momento de paz no depende de algo tan tonto como un trozo de pastel, ¿podría repetir este ritual con otras cosas? Si le dedicara la misma atención a otros aspectos de mi vida, ¿cómo me iría? Limpiar la casa, hacer la cama, ir a trabajar, contestar por teléfono… ¿Podrían darme paz los sucesos cotidianos? Si realmente es mi actitud la que me aportó sosiego, ¿podría vivir con tranquilidad otros momentos del día? Sentí que sí.

    Tal vez tenemos la idea de que la paz profunda y mantenida es cosa de sabios veganos célibes y rapados que tienen voto de silencio, y no de gente como tú y como yo. Pero no puede ser que vivir con sosiego esta vida esté reservado a cuatro iluminados. Al contrario, si ellos pueden, nosotros podemos. Es un de mis mantras, uno de mis principios básicos. Así que, el pastel (que, por cierto, me lo he comido sin dejar ni una miga) me ayudó a darme cuenta que la paz no puede estar fuera, sino dentro de nuestra mente, que ve la experiencia como algo positivo y que se entrega a ella con toda el alma. Supongo que no hay paz sin alma. Si esto es así, siempre que ponga el alma en algo tendré paz. Probemos.

    Tengo que trabajar. Trabajaré con toda el alma. Conscientemente respiraré, sentiré cada palabra, cada encuentro.

    Mañana me toca limpieza a fondo, qué rollo. Pero pondré toda mi atención. En cada centímetro de suelo, en cada azulejo, llenado de luz y de consciencia cada rincón de la casa. Ah, y también he de ordenar un armario, que tengo ropa de la época de la Grecia clásica. Toca revisar, tal vez reciclar, regalar. ¡Qué hermosos tejidos! ¡Qué maravilla poder donar algo que no me pongo, pero que me sentaba bien y me hacía feliz! Ahora podrá disfrutarlo otra persona, y pensar eso dibuja una sonrisa en mi cara. Así que, ¿esto era la paz? Poner consciencia en cada acto, en cada palabra, en cada gesto. ¡Qué alegría! Practicaré toda esta semana. ¿Y tú? ¿Vas a esperar a que un gurú del éxito te diga qué hacer con tu vida? Como dice la canción «quizás bastaba respirar, solo respirar, muy lento…» La respiración pausada, consciente, me acerca a mi propio corazón, al lugar recomendado por los maestros para estar en luz. Ahí, donde reside la luz, donde solo hay amor y conocimiento. Ahí donde ya no hacen falta de fuera. Yo he probado. Ahora tú, deja de leer y aplícate. Ahora tú, prueba. Respira y siente la luz que te habita, a pesar del caos exterior puede haber calma en ti. Y ahora, que la paz sea siempre contigo. Y si no te funciona, siempre quedará el chocolate, como dice Axel.

  • DAR Y RECIBIR

    DAR Y RECIBIR

    El equilibrio entre dar y recibir es algo difícil de lograr. Desde que el bebé empieza a saberse diferente o ajeno a su madre comienza un camino de independencia emocional que, a veces, le lleva toda la vida. ¿Dónde está la clave para darse a uno mismo y dar a los demás? ¿Dónde reside el misterio que nos permite recibir sin sentirnos incómodos o en deuda?
    Al nacer dependemos totalmente de otras personas, la madre, el padre u otros que nos nutren y cuidan. Con los meses nos hacemos conscientes de que somos otro cuerpo distinto, que la madre es otra persona, otro lugar. ¿Habéis visto a un bebé «descubrir» sus pies o sus manos? La reacción es asombrosa y requiere un tiempo para que el cerebro pueda comprender este hecho maravilloso: es un ser diferente a otros, y es independiente. Durante los primeros años dependemos completamente de otros, es decir, recibimos. Cuando vamos creciendo aprendemos a dar. Ya sea un abrazo o un regalo, los niños empiezan a entregar a los padres o a otras personas lo que pueden, lo que tienen. Si pudiéramos volver a esos años sentiríamos la hermosa y gratificante sensación de aceptar si peros el amor y los cuidados que otros nos dan, así como la alegría interior cuando dábamos algo, por pequeño que fuera.

    Imagen de klimkin

    La vida sigue y pronto comprobamos que no siempre vamos a recibir, que esperamos cosas que no llegan, que cuando no llega lo que esperábamos sentimos frustración y rabia, y que terminamos exigiendo o manipulando al otro de maneras más o menos obvias. Por otra parte, el amor con el que dábamos nuestra sonrisa o una flor del campo que llevábamos a mamá tras un paseo empieza a diluirse bajo la expectativa de lo que otro nos entrega o nos devuelve. Me temo que es en esa fase donde comenzamos a volvernos dependientes emocionalmente.

    ¿Qué es dar? ¿Qué es recibir?

    Y, ¿por qué nos cuesta recibir y aceptar un piropo, una invitación o un presente? ¿Qué pensamos de nosotros mismos que nos hace sentir que no somos merecedores? O, ¿qué pensamos de los demás que nos hacen sospechar de sus intenciones? Haz los deberes, yo solo tengo la misión de pensarlo en voz alta para seguir creciendo y compartirlo por si quieres crecer tú también. Vuelvo a las preguntas que me hago, y reflexiono. Hace poco me pusieron un ejemplo: vas a una cafetería y cuando llega tu café o tu té, viene acompañado de una galletita, ¡ole! ¡Qué alegría! Aunque no te la comas, pero queda muy bonita junto a tu taza. Vuelves al día siguiente y al pedir tu café ¡otra vez igual, galletita! ¡Madre mía, viva este local! Y, oye, que te «fideliza» y sigues yendo. Pero, de pronto, un día, pides tu café o tu té, y ¡oh, shit! ¿Y la galletita? ¡Qué nunca te la comías, pero te daba alegría ese detalle! ¿Y dónde está? Imagino tu cara: la buscas tras la taza, miras las otras mesas por si otros clientes tienen galleta y tú no, pero nada. Te frustras, te enfadas, y si eres una persona atrevida, le preguntas al camarero: «Oiga, ¿y la galletita que ponen siempre?» Y él, sonriente y profesional, como siempre, te dice que hoy no hay. ¿Cómo te sientes?

    La galleta era un regalo, un acompañamiento, cortesía, pero no es una obligación. Claro, te has acostumbrado y ahora, la esperas, pero además, ¡la exiges! ¿Te ocurre algo así en tus relaciones personales?

    Tal vez eres una persona muy bien educada, discreta, amiga del diálogo, y entonces no te quejas, no protestas, pero expresas tu disgusto de otra forma. Dejas de saludar al entrar, pides azucarillos al camarero, y luego servilletas, y te vas sin despedirte y sin dejar propina. Si expresas así tu disgusto tal vez eres una persona pasiva-agresiva. El camarero no adivina qué cuernos te pasa, pensará que tienes un mal día, porque es incapaz de imaginar que ni le saludas solo por la dichosa galleta, que además era gratis, ¡jolines, que es un regalo! Pero nunca lo sabrá, porque tú, una persona discreta, educada… o cobarde y exigente no aceptas que las personas dan lo que pueden y lo que quieren. Pues, por propia experiencia, cuanto antes aceptes esta realidad, mejor para ti y para todos.

    Cuando te ofrecen algo o te regalan algo sin pedir nada a cambio piensas ¿por qué a mí? Y yo me pregunto, ¿cuál es tu nivel de autoestima, que no aceptas que alguien te dé algo sin esperar o pretender nada? O tal vez, tú sí regalas o piropeas o invitas cuando quieres algo, no sé, piénsalo a ver.

    ¿Cómo te sientes cuando te dicen algo bueno? Ante el halago, ¿qué sientes? ¿Qué piensas? Y, ¿cómo reaccionas? Un regalo nos alegra cuando somos niños y nos genera problemas cuando somos adultos, qué curioso. Pues volvamos a ser niños. ¿Qué hacías cuando te daban algo? Decías gracias (según el barrio) y lo disfrutabas, como si no hubiera nada más en el mundo. Y a veces, para equilibrar esa balanza, dabas un beso, un abrazo o incluso buscabas con la mirada algo que entregar a cambio para compensar. Así funciona el equilibrio, permitiéndose dar, permitiéndose recibir.

    Hace tiempo vi un vídeo de no recuerdo quién en el que explicaba cómo mejorar nuestras relaciones. Recuerdo que el tipo del vídeo decía que en una pareja (aplíquese a otro tipo de relaciones) una persona da, entrega, y la otra puede recibirlo, rechazarlo, y después, quedárselo sin más, o dar algo al otro. Vayamos por partes.

    1.- Si recibes disfrutando, ¿imaginas la alegría del otro? La otra persona se alegra profundamente de que «su regalo» te guste, sea lo que sea. La persona que regala se siente ver al ver tu disfrute, tu alegría, ¡le hace feliz verte bien! ¡Es increíble! Pero es que cuando alguien te quiere, le encanta verte feliz, al menos en mi barrio.

    2.- Si al recibirlo, bajas la mirada, te sientes incómodo o incómoda, si lo rechazas abiertamente, se produce un corte entre los dos. La energía de entrega que iba hacia ti se frena en seco, por lo que sea, tú tendrás tus motivos. De hecho, rechazar un regalo se interpreta socialmente como el rechazo a la persona que lo da y a cualquiera de sus propuestas o intenciones. Por eso, cuando no te gusta una persona o no quieres continuar una relación, rechazas lo que te dé.

    3.- Imagina que tomas lo que te dan, ya sea afecto, tiempo, unas flores o chocolate, ummmm. ¿Te lo quedas y ya está? ¿Lo disfrutas para ti y se acabó? Efectivamente, no tienes obligación de «devolver» o pagar nada, así es. ¡Disfruta! Pero imagino que, si esta situación se produce un día, otro día, y así cincuenta veces, y tú solo sonríes y lo aceptas, ¿no se produce un desequilibrio? Solo lo pregunto, eh, no lo sé. Pero, si tú siempre tomas y el otro siempre da se genera una deuda, un cansancio que suele terminar con la retirada de uno de los dos. O el otro se cansa de darte sin recibir nunca, o tú te sientes mal por recibir siempre y no dar nada. Esto ocurre a veces con las personas que dan mucho, pero mucho, o que siempre hacen regalos caros, ya que la mayoría de la gente nos sentimos incómodos si no «llegamos» al mismo nivel. La primera vez no importa, pero tras unos años la relación se resiente.

    4.- Por último, puede ocurrir que aprecies tus regalos y los disfrutes, ¡bien por ti! Pero que, llevado por un deseo profundo de agradecer, ojo, agradecer, no compensar o pagar, que no es lo mismo, ¡tienes un gesto de cariño! Tu gesto de agradecimiento equilibra la balanza de modo inconsciente, y a la vez, vuelve a desequilibrarla, porque el otro, pareja, amigo o compañero, que te aprecia mucho, vuelve a darte un poco más. ¿Ves lo que ocurre? El ciclo comienza de nuevo, y entonces tú le invitas. Otro día él/ella te da una sorpresa. Entonces tú le haces una tarta, y él o ella te envía un mensaje expresándote cuánto le importas. Y así, ad infinitum.

    Imagen de Pezibear 

    Bueno, gente, esto son teorías, lo vi en YouTube y lo pensé. ¿Será tan sencillo cuidar las relaciones? ¿Consistirá en saber recibir sin miedos, sin huida y sin peajes? Cuando quieres a alguien, ¿no te apetece tener mil detalles con las personas que amas? ¿Lo haces con amor o porque quieres obtener algo? Anímate, siéntelo desde el corazón y crece. ¡Uno más para el Club de los Sintientes, oh yeahhhh!

    Hala, ya tienes deberes para esta semana.

    A veces queremos tomar solo una parte. Entonces intentamos cambiar al otro. Aceptamos lo que nos gusta de nuestros padres, pero rechazamos muchas cosas, aunque aceptarlos por completo nos hace sanos y grandes, pues al rechazar algo de los padres, en el fondo estamos rechazándolo en nosotros mismos, pues venimos de ellos. A veces apartamos a uno de los dos, pero claro, somos un cincuenta por ciento de cada uno, así que imagina las consecuencias. Ojo, aceptar a los padres como son no significa ni que sean perfectos ni que todo lo hagan bien, sino que venimos de ellos y les debemos honra y respeto. Y en los amigos o la pareja, ¿cómo no aceptar al otro como es completamente? Recuerda que la otra persona también te acepta a ti como eres, con todo. Recuerdo una compañera de trabajo que decía: «Cuando mi marido sale con la moto, me quedo con el alma en vilo… pero, claro, yo lo conocí con moto». ¡Me encantó cómo lo dijo! Primero, porque conocemos a la gente como nos llega, con todo el lote, y somos libres de quedarnos ahí o de irnos, totalmente libres, no hay obligaciones de amar a nadie. Segundo, querer cambiar a las otras personas es una falta de respeto, sobre todo si la persona ya era así al comienzo de la relación contigo. Y tercero, ¿tú eres perfecta o perfecto? ¡Qué suerte! No lo sabía. Pero si no eres la perfección personificada, recuerda que seguramente tienes aspectos mejorables y haces cosas que a la otra persona no le agradan. Se puede negociar, pero no se puede exigir.

    Me encanta un cuentecillo que oí una vez. Una mujer buscaba al hombre perfecto, y tras mucho buscar, ¡lo encontró! Pero estaba casado con la mujer perfecta, ja, ja, ja.

    Yo, por mi parte, voy a revisar en mí las verdaderas intenciones con las que hago un regalo. Tengo que observar si realmente me sienta bien lo que otros me ofrecen o me entregan. Tengo que mirar también cuáles de mis palabras y de mis actos nacen realmente de mi corazón. Pero soy, valiente, me gusta mirarme al espejo sin maquillaje y sincerarme. Me gusta «regalarme» verdades y tirar las pequeñas mentiras que me cuento sobre mí, me encanta desechar las excusas y los «peros». Es duro, claro, pero no se forma el hierro entre algodones.

     

     

     

  • SEXUALIDAD Y ESPIRITUALIDAD

    SEXUALIDAD Y ESPIRITUALIDAD

    ¿Qué es la sexualidad?

    Muchas personas me preguntan sobre el sexo en relación a la espiritualidad. Me consultan si hay problema en practicar sexo, si dificulta la canalización, si se pueden tener relaciones sexuales y ser espiritual… Mi respuesta es: ¿qué es para ti el sexo?

    Volveré a recordar mis estudios de Sexología para explicar de nuevo que se habla de sexo cuando se hace alusión a la biología, es decir, al cuerpo, que está sexuado en femenino o en masculino. Las especies sexuadas tienen individuos machos o hembras, y se necesitan ambos para procrear.

    Imagen de Christine Sponchia

    La sexualidad se refiere a la orientación o la preferencia, a lo que nos atrae: la heterosexualidad o la homosexualidad, es decir, si nos atraen sexualmente las personas del otro sexo o las de nuestro mismo sexo. Y la erótica es la expresión real de nuestros deseos, o dicho de otro modo, lo que vivimos y cómo expresamos nuestro deseo y nuestras preferencias.

    Dicho esto, me pregunto, ¿por qué ser hombre o mujer sería contrario a ser espiritual? Segundo, ¿por qué sentirse atraídos por hombres o por mujeres sería negativo o anti-espiritual? Y tercero, ¿por qué vivir y expresar nuestros deseos sexuales, siempre con el consentimiento del otro y siempre entre adultos, podría ser algo alejado o contrario a ser espiritual?

    En muchas culturas antiguas la práctica sexual era una forma de conectar con la naturaleza e incluso con Dios, pero ¿dónde se perdió el disfrute de lo sexual como acceso a la experiencia del alma? Tal vez la cultura judeocristiana o el pensamiento de Platón, que hace tanta diferencia entre cuerpo y alma, sean los principales responsables de que muchos aún vean estas dos realidades como aspectos opuestos e irreconciliables. Sin embargo, creo firmemente que, si somos energía que habita un cuerpo, ¿cómo podría ser nuestro cuerpo algo negativo? Nuestro vehículo en la Tierra, el cuerpo físico, tiene necesidades básicas, pero lo necesitamos para nuestra evolución y misión espiritual, así que, de nuevo, ¿cómo puede haber algo negativo, sucio u oscuro en el vehículo corporal que nos permite cumplir nuestra misión más excelsa?

    Por otra parte, si realmente tenemos chakras o vórtices energéticos que permiten el paso de la energía y nutren nuestros diferentes cuerpos (físico, etérico, emocional, mental, etc.), ¿puede ser un chakra más importante que otro? ¿Podría haber algún chakra inadecuado, incorrecto o mejorable? Si la energía que nos atraviesa requiere que todos nuestros vórtices estén más o menos equilibrados y limpios, ¿sería correcto cuidar los chakras superiores y obviar las necesidades de los primeros?

    Por estas razones entre otras muchas, defiendo el cuerpo en toda su dimensión, en todas sus zonas y órganos, incluidos por supuesto los genitales. Y aparte de la salud física de nuestros órganos sexuales creo que deberíamos conocer sus funciones, sus particularidades y su potencialidad, pues es mucha y también sirve a la luz y al alma. El problema principal de los genitales es doble. Por un lado, están junto a la vejiga y al ano, por lo que, de nuevo, se relacionan con lo sucio, lo oculto, lo maloliente, … lo que rechazamos. Por otro lado, los genitales son los responsables de la reproducción, con todo lo que conlleva. Por estos motivos, lo más sencillo fue que convencer a la humanidad de que se olvidara de “lo de ahí abajo”, prohibiendo mirarlo (incluyo la pintura y la escultura) o tocarlo (bajo duros castigos físicos). Solo es un breve resumen, pero es fácil imaginar cómo la humanidad, en líneas generales, rechaza el conocimiento, la atención y el disfrute de sus órganos sexuales.

    La sexualidad no está ahí abajo, lo repito, entre las piernas solo está el sexo biológico. La sexualidad como expresión de uno mismo está en todo el cuerpo y nace del cerebro y/o del corazón. El impulso que nace del cuerpo exclusivamente podríamos llamarlo deseo, apetito sexual, hambre, ganas… Pero se trataría de una descarga física, a solas o con otra persona, que no solo no eleva el alma, sino que puede perjudicarle. Puede que esta realidad haya impedido que sepamos más sobre nuestro propio deseo, sobre por qué deseamos sexualmente a este o a otro, o sobre qué buscamos y qué ofrecemos en nuestros intercambios sexuales. ¿Me explico?

    Sobre el deseo, he de explicar algo que estudié hace muchos años. El deseo puede dividirse en tres áreas o necesidades: la descarga física, sentirse deseado/a y la comunicación con el otro. ¿De qué está hecho tu deseo? Supongo que cuando somos más jóvenes tenemos más necesidades propias y menos necesidad de relación, y con la madurez, creo que ocurre lo contrario. Por tanto, ¿qué hay de negativo en el deseo de comunicarse a niveles profundos con otra persona? ¿Cómo puede ser sucia o rechazable una forma de comunicación humana tan corporal? Si en la relación sexual podemos comunicar nuestro amor a otra persona, ¿cómo podría esta exquisita experiencia ir contra el alma o disgustar a nuestro Creador?

    No conozco ejercicios taoístas ni practico el sexo tántrico, pero sé por experiencia y por mi formación que cuando se pone amor en el contacto íntimo solo puede haber un aumento de amor, incluso aunque la experiencia a nivel físico sea bastante normalita. ¿Me sigues? La experiencia sexual con una persona que nos atrae o a la que amamos puede llevarnos a una conexión muy profunda con nosotros mismos y también con el otro. Pero, y esta es una gran noticia, el sexo con amor puede acercarnos al amor del Creador. En serio, no exagero. El sexo nos da consciencia siempre que estemos centrados en vivir la experiencia desde el corazón, no desde los genitales, pues no se hace el amor con el cuerpo sino con el alma. Por eso no hay nada erróneo en los diferentes tipos de deseo, no hay pecado ni tara en las distintas preferencias sexuales y no hay nada negativo en la práctica sexual respetuosa para uno mismo y para el de enfrente, pues, si nace del amor, cualquier gesto es sublime. Incluso en lo relacionado con lo que nos erotiza, a veces es más excitante una mirada o el roce casual de la persona deseada que el acto sexual en sí. Si lo dudas, prueba.

    Imagen de StockSnap 

    Insisto en la importancia de cuidar y respetar las necesidades del cuerpo, pero toda práctica corporal (dieta, ejercicio, yoga o sexo) pueden vivirse desde el yo profundo y no solo desde las necesidades de nuestro cuerpo o de nuestra mente. El sexo vivido desde el corazón nos acerca a nosotros mismos, al otro y a Dios, sí, lo digo una vez más. Nada malo, oscuro o sucio puede haber al respecto en una sexualidad consciente. Lo de que los genitales estén junto a la uretra o al ano es cuestión de diseño, pero con una higiene razonable, como sexóloga no le veo problema alguno. Nada feo hay en el cuerpo, todo es hermoso en él, como lo es en el alma.

  • SENTIR

    El otro día me paré a sentir. Puede parecer que lo hago todos los días, pero no. Cada día me despierto con algún ruido cotidiano (en tu caso, tal vez sea el despertador) y mi piloto automático se dirige al cuarto de baño y después, irremediablemente, mirada al móvil y viaje a la cocina. Con los ojos entreabiertos y los pelos descompuestos preparo un ritualizado y aburridísimo desayuno y, sin saborearlo, me llevo mi té o lo que sea, aún sin terminar, a la habitación de los libros. Y así, sin pararme a sentir, enciendo el ordenador y espero que la fuerza me acompañe y guíe mi tarea. Cada mañana lo mismo, más o menos. ¿Te suena un poco? Entonces me di cuenta de que no estaba sintiendo la vida, solo sobrevivo, ¿y tú?

    Hace unos días mi maestro me invitó a sentir, que ya ni recordaba cómo se hace. Algo tan natural en nosotros se ha perdido con el paso de los años y la mayoría de los que habitamos el planeta hemos optado, consciente o inconscientemente, por vivir con menos intensidad. Las obligaciones cotidianas, las responsabilidades, y por supuesto, el miedo al sufrimiento, nos han hecho respirar superficialmente, evitar mirar de frente las cosas y a las personas, y sentir solo lo justo. Este funcionamiento, que puede salvarnos de un gran sufrimiento en un momento dado, ha hecho que pasemos por la vida sin saber ni lo que llevamos puesto, ni quiénes somos ni lo que queremos. Desde aquí te propongo hoy que saques un rato para estar contigo, aunque sean diez minutos, ¡vas a flipar! (Nota: en español de España flipar significa coloquialmente «quedarse maravillado o admirado» y también «asombrado o extrañado»).

    ¿Cuál será el resultado? Experiméntalo tú, pero para que no te pille muy por sorpresa te anticipo que, si te permites sentir, vas a conectar con quién eres realmente y con grandes verdades sobre la vida que no podías ver por no sientes. ¿Cómo hay que hacerlo? Bueno, yo acabo de empezar, no sé muy bien qué decirte, pero lo esencial es querer. ¿Quieres? Tal vez notes un «nooooo» dentro de tu cabeza, porque el niño asustado que vive en tu interior no quiere experimentar mucho, no vaya a ser que pase algo malo. Fíjate que un niño sano siempre tiene deseo de subirse a los árboles y de tirarse por un terraplén, pero un niño herido se queda en un rincón y no quiere ni moverse. ¿Cuál de los dos tienes dentro? Pues aunque no tengas ganas, hazlo. Aunque temas el resultado, sentir no ha matado a nadie nunca, que yo sepa. Al contrario, cerrar los ojos y permitirse escuchar el propio cuerpo ha salvado más de una vida. Escuchar lo que uno es, desea o teme es la base del crecimiento personal. Atreverse a poner nombre a lo que uno experimenta le da poder y fuerza, y expresarlo, al menos a sí mismo, le hace más humano, y por tanto, más conectado a todo.

    Yo no sabía ni por donde empezar, pero ¡me lancé! Respiré, cerré los ojos, y sentí, y ¡oh maravilla! Esto sí que es vida.

    Imagen de Leohoho

    SENTIR DA PERSPECTIVA

    Cuando experimentas el ahora tienes una mejor visión del conjunto. Te percibes frente a todo, el tiempo se para y puedes atisbar lo que realmente está sucediendo. ¿Qué estás evitando? ¿Qué deseas que no sabes alcanzar? ¿Qué le pasa a tu cuerpo, abandonado en una esquina, al que, a veces, solo utilizas como animal de carga? ¿Y qué dice tu corazón? Tal vez has olvidado que lo tienes por miedo al dolor, a un nuevo desengaño, a una caída mil veces repetida. Sin embargo, si estás aquí, es que aún funcionan tu cuerpo, tu corazón, tu mente y por supuesto, tu espíritu. Pues bien, ¡dales alas pa volar! Deja que la respiración te conecte con tu verdadera esencia. Permite que el aire que entra en ti se lleve las viejas tristezas y deje todo limpio para uno nuevo paso. Respira borrando la idea del error y viendo cada acto y cada suceso como pasos necesarios para verte hoy así, tan francamente, tan desnuda/o frente a ti. Entonces anota en tu interior la ristra de emociones que tenías guardadas y que no podías ver bajo el polvo de los años. Mírate de frente y observa lo que ocurre en ti cuando sientes cada bocanada de aire. ¿Lo notas? Yo diría que brillas… Emites un fulgor indescriptible porque estás hecho/a de estrellas. Y entonces todo lo de afuera se coloca. Todo se ordena. Todo se calma. El estrés ya no es necesario. La ansiedad puede irse a dar un paseo. La tristeza no encuentra pupitre donde sentarse. Si haces esto, la vida, asombrada, te mira de modo desacostumbrado, cargada de pasión y de fuerza, haciendo que cada experiencia sea, ahora sí, real. Cada cosa que ocurra a partir de este instante tocará todas tus células, todas tus neuronas. La vida rozará todos los poros de tu piel y todo cobrará sentido. Se irán los temores y los miedos, se disolverán los traumas, volverán el juego y la risa, será algo así, como estar enamorado.

    ¿Imaginas? ¿Sentirte enamorado de cada instante, de cada tú que te habita, sin juicios ni urgencias? Pues tal vez la vida es eso: amarse como uno es, aceptar lo que siente y ponerle nombre, si quiere, y decirlo, si quiere, y vivirlo. Tal vez, solo consiste en respirar, en poner la mano en el corazón y en decirse: «sí, quiero». Y vivir.

    NO TEMAS

    Cuando temes, ¿no notas tu corazón más pequeño? El pobre se encoge y se entristece, se vuelve gris, opaco (yo lo he visto), y no tiene ganas de sonreír. Entonces él intenta por todos los medios que tu alma y tu mente esté tristes y negativas, porque así se siente mejor. Algo en ti te hace recordar canciones melancólicas, hechos dolorosos, personas que ya no están, y podrías estar llorando una semana o dos. Pero si respiras en el corazón y le dices: «Yo te cuido, no va a pasarte nada malo, vamos a dar una vuelta y a lucir palmito», verás que todos los colores multiplican su belleza, que los sonidos se amplifican, que las personas son hermosas o que cada pájaro y cada árbol pueden sentir tu presencia. Cuando sientes te conectas con todo el que siente (perdón por la redundancia). Hagamos un club de sintientes, que cada vez seremos más.

    SENTIR INFORMA

    A veces no sabes lo que pasa dentro de ti. Te duele algo o tienes una molestia y no sabes la causa. O estás triste y desconoces el porqué. O puede que tengas cólera, agotamiento, nostalgia… Pues la respuesta está dentro de ti. Esta frase tan manida (tan de Facebook) la has oído cientos de veces, pero, realmente ¿buscas en tu interior? Creo que si sientes tu cuerpo encontrarás algo de información de lo que te ocurre. Creo, de verdad, que si te paras a sentir lo que te pasa descubrirás la raíz del problema. Y creo también que si sientes sin expectativas puedes conectar con toda la información del universo. Es una opinión, pero ¿no te apetece probar?

    EN EL AMOR

    Tal vez amar no era más que sentir. Cuando miramos desde lo profundo todo puede ser bello y todo tiene un sentido. Seguramente amar solo era eso: mirar completamente, con intensidad, entregándose al acto de mirar. Esa actitud es la base del amor y también de la pasión, pues no ama quien no se apasiona. Si te permites experimentar sin red los acontecimientos cotidianos; si eliminas las barreras que al sentimiento la mente le pone; si te lanzas a descubrir la gran capacidad que tienes para vivir intensamente cada instante, podrás comprobar que eres una fuerza imparable vestida de persona y que habitas en este universo para tu expansión y la de todo lo que existe. Así que, guárdate el miedo en un bolsillo (o mejor aún, tíralo a la basura, contenedor marrón) y disfruta de ser tú en este momento y en este lugar. Que todo lo que eres se conecte con el amor que ha creado esto, aunque no lo entiendas. Que tu alma habite por entero cada célula de tu cuerpo y pongas en corazón en todo lo que haces, y si no, mejor no lo hagas. Que te entregues al dulce vaivén de la vida, que te arriesgues, que ya sé que la vida mancha, pero ¿quién dijo miedo?

    VIVIR CANSA, PERO MOLA

    Hace unos meses vi la obra de teatro Matar cansa. El protagonista describe algunos de los crímenes y de los hechos más relevantes de la vida de un asesino en serie al que admira con veneración. Pues bien, además de un texto impecable y una interpretación magnífica por parte del actor Jaime Lorente (Denver en la serie La casa de papel), la obra es un ejemplo de pasión. Salí del teatro como en trance, con infinito placer por haber entendido un modo de pensar y de sentir distinto al mío. Sin juicios, admirando la pasión del protagonista hacia otra persona y sus actos, por más que estos sean condenables. ¿Qué sucedió? Simplemente, que la obra me ayudó a sentir cada palabra del texto dramático, cada gesto, y por supuesto, que me permití sentir lo que todo eso que pasaba fuera provocaba en mi interior. ¿Qué hay de malo en sentir? Para eso está hecha la vida, y en nuestra existencia, no podemos experimentar esta dimensión sin ocupar completamente el cuerpo, sin utilizar la cabeza para elaborar procesos intelectuales y sin sentir en el corazón cómo nos afecta, ya que todo lo que nos rodea nos toca mostrándonos lo que somos. Pues bien, tras la obra, estaba yo casi tan exhausta como supongo que lo estaría quien interpretó del monólogo, ¿podría ser? En el camino a casa comprendí que sentir cansa. Que vivir apasionadamente cada segundo con plena consciencia nos va a dar tantas agujetas como la primera semana de gimnasio, y que en ese punto cada uno debe decidir si seguir viviendo o dejarlo. A mí, a veces, aún me duele el pecho al respirar, los ojos al mirar inquisitivamente las cosas, y, por supuesto, el corazón físico al permitirme emocionarme. Pero, ¿qué he de hacer? ¿Seguir trabajando, comer rápido, ir a la compra apresuradamente, hacer la cena y dormir? ¿O respirar con los ojos cerrados y observar si lo que estoy haciendo es coherente conmigo y ayuda a los demás? Pues bien, a pesar de las agujetas, a pesar del dolor de cuerpo que uno tiene cuando experimenta la vida, yo voy a seguir sintiendo. Al igual que cuando uno hace al amor, que si lo hace bien se cansa, pues yo elijo sentir. Como he escrito en otros lugares, espero que al final de mi vida, cuando me vea de nuevo con el Creador y Él me pregunte qué tal fue mi viaje, yo le diga sonriendo: «Huaaaaaaala, papá, qué experiencia». Entonces me sentaré en sus rodillas, me acunará dulcemente y me peinará un poco con la mano, mientras yo sonrío sin poder parar y le cuento que… he vivido… a tope.

    Imagen de cocoparisienne

  • SEMANA SANTA, TIEMPO DE REFLEXIÓN

    La religión católica vive ahora unos días cruciales que rememoran las últimas semanas de Jesús de Nazaret en la Tierra. Dejando de lado si los que cuentan los cuatro Evangelios es más o menos exacto, el fondo es lo que importa. Más allá de las creencias y costumbres, más allá de las normas, ¿qué es para ti esta semana? A veces solo son cuatro días de vacaciones, aunque en tiempos de pandemia y limitaciones las vacaciones no sean más que ir al bar de la esquina con tres amigos. Otras veces es un tiempo de reflexión, de ritos antiguos y de costumbres repetidas cuyo origen desconocemos. Pero, ¿se queda solo en eso? ¿Y si aprovechas este recordatorio de la muerte de un hombre para sacar de ti todo lo que te estorba? Si la muerte no es más que un paso, seguramente puedas examinar hacia dónde caminas. No sé si te diriges a la felicidad o vas justo en sentido contrario. Ignoro si estás dispuesto/a a morir a todo lo que ya no sirve, lo que es inútil y tóxico… Si la muerte es un cambio de lugar, o de estado, o de mirada, ¿podríamos «matar» todo lo que carece de sentido y enterrarlo para siempre? Es buen momento, es Semana Santa, y también es primavera, al menos en los grandes almacenes.

    Pues yo, que presumo de valiente, he tomado mi bolígrafo de plumas verdes y he hecho mi lista de todo lo que no quiero en mí o en mi vida. No te preocupes, no voy a ponerla aquí, ja, ja, ja. La he hecho, la miro, y mentalmente me veo en un camposanto enterrando todo esto que ya no quiero. No quiero en mí esta exigencia desproporcionada que me amarga la existencia y me hace peor persona. Hala, al hoyo. Me desprendo de los nombres con los que etiqueto, y por tanto califico, las cosas, los sucesos y hasta las personas. Pues al hoyo con eso. La prisa, ¡uy, la prisa! Qué bien me iría si pudiera enterrarla para siempre, distinguiendo responsabilidad o puntualidad de urgencia y premura… Parece que tendré que hacer el agujero más grande, ja, ja, ja, hay mucho que enterrar.

    Imagen de Candid_Shots

    ¿Qué partes de mí han sido maltratadas o insultadas? Y ¿quién lo ha hecho? Tal vez te tratas mal, muy mal, o puede que permitas que otros lo hagan. Es momento de revisar porqué y para qué te sometes a esta crucifixión. ¿Puedes ver la razón por la que te torturas o por la que dejas que otro lo haga? ¿Qué ganas con ello? El sufrimiento gratuito es innecesario. Puedes eliminarlo de tu vida ahora mismo. Sé que cuesta, pero tal vez, en estos días de Semana Santa puedas aprovechar para darte cuenta de cuánto dolor alimentas y de la razón por la que lo haces. Si te das cuenta de esto te será relativamente sencillo dejar de sufrir.

    Sufres por cosas que no puedes cambiar, por un pasado que no va a volver o porque te culpas de los errores cometidos. Lloras por un deseo no cumplido, por los sueños que se han quebrado en los últimos meses o en los últimos años, y eso te impide ver la belleza del presente. El sufrimiento elegido que nutres cada día te impide vivir y hace que la felicidad no te encuentre, porque estás llorando mirando al suelo. Así que, sé inteligente, sé interesado/a, hazlo por ti: deja de sufrir. Durante estos días no solo recordamos el sufrimiento de un hombre en la cruz, sino que es el momento adecuado para desterrar lo que no sirve, enterrar lo que ha muerto, renovar lo positivo, y desde luego, es el momento perfecto para tomar fuerza.

    Tras la noche viene el alba, y toda esa luz ilumina tu presente. Imagina que la luz del amanecer llena de suave luminosidad tu cuerpo físico. Mira bajo su halo el correcto funcionamiento de tu organismo. Agradécelo. La luz del amanecer, tras la noche oscura, ilumina también tu cuerpo emocional y te muestra lo que sientes. Evita juzgarte y dite: “Esto es lo que siento, y está bien”. Disfruta la capacidad de emocionarte que tienes solo por el hecho de ser un ser humano. Conecta con tu corazón y observa sin pautas ni normas las emociones o los sentimientos que te ocupan. Ámalos tal y como son, y verás que tu cuerpo emocional se siente comprendido, aceptado, y entonces puede brillar más. Ahora le toca a tu parte mental. Tus ideas y pensamientos te han permitido, mejor o peor, llegar al momento presente, pero algunas ideas están limitando tu vida. Deshazte del pensamiento limitante, triste, juzgador… No hagas caso a los pensamientos que te frustran, que te traen dolor y malestar. Deshazte de la culpa, del rencor, de la soberbia, de la ambición material, … Cuando el capricho muestra tu necesidad de amor y de reconocimiento ya no hace falta obtener el objeto de deseo que realmente ocultaba la verdad: quieres amor.

    Deja que la brisa de la primera hora limpie los bosques y los montes, permite que se lleve lo que te hiere y te mantiene metido en los problemas, a veces inexistentes. Ábrete ahora a la vida en el instante presente. Pasada la tortura y la muerte de todos estos años, llega el momento de la resurrección. Toca renovar y recolocar quién eres, lo que quieres y lo que no, lo que crees y lo que no crees. No le des vueltas. Lo lees mil veces, lo sabes, pero ¿lo haces? Pues ya está bien. En estos días recordamos la muerte de un maestro por sus ideas y su comportamiento, contrario a la norma y al poder político de su momento, pero también creemos que resucitó, o revivió, o no murió o lo que sea que pasara. Lo importante es que al igual que una semilla se abre y cambia su forma para dar lugar a una nueva planta, tú puedes enterrar lo que ya no quieres en tu vida y resucitar aspectos que están deseando salir al aire libre.

    No lo pienses más. Ahora es el momento. Ya. Toma las riendas de tu vida y resucita toda la luz que eres. La alegría, la generosidad, la auto estima, la verdad y otros centenares de aspectos que te definen pero que no sabes ni cómo expresar piden salir a la luz. Tal vez la pandemia mundial haya servido para algo, tal vez una semana santa que apenas se puede celebrar haya hecho el resto. Yo hoy tendré la cena del amor, la del jueves santo. El viernes enterraré lo que me oprime y me asfixia. El día de la resurrección, con una nueva consciencia, viviré cada día como si fuera el último, cuidando de mí, mirando por ser una persona honesta y un corazón puro aquí en la Tierra. Estos días sirven para eso. Feliz Semana Santa.

    Imagen de Gerd Altmann

  • LO FEMENINO, LO MASCULINO

    LO FEMENINO, LO MASCULINO

    HOMBRES Y MUJERES

    Hablamos de lo femenino y lo masculino y ni siquiera sabemos lo que es. Empezaré por la base, nada espiritual ni canalizado, pero real e imprescindible.

    Cuando encarnamos como seres humanos elegimos el cuerpo que vamos a ser en esta vida en concreto. Elegimos el sexo biológico, niño o niña, y por lo tanto, hombre o mujer. Por más que los medios de comunicación se empeñen en hablar de género, no debemos utilizar la palabra género para evitar decir sexo, pues no se refieren a la misma realidad. Sexo es nuestra condición orgánica (masculina o femenina, macho o hembra) y género hace alusión al grupo al que pertenecemos los seres humanos de cada sexo desde un punto de vista sociocultural y no solo biológico (género masculino y género femenino). Si a nivel biológico hablamos de sexos, a nivel de preferencias o inclinaciones hablamos de heterosexualidad (nos atrae el que es del sexo contrario) y de homosexualidad (nos atrae quien es de nuestro mismo sexo). Y más allá de la tendencia o atracción, está la «erótica», la práctica o el «ars amandi». Estas tres realidades se mezclan en nosotros y en la vida diaria de cada uno de nosotros, y centrados en el cuerpo, en las sensaciones y las ideas o normas, olvidamos que cada lleva dentro el divino femenino y el divino masculino.

    Imagen de Myriams-Fotos

    A pesar de ser tan distintos por fuera y tan diferentes en nuestra vida cotidiana, todos llevamos dentro la semilla de la unidad, y cada acto nos conduce irremediablemente a un aumento de consciencia. Cada gesto, cada paso que damos como mujeres o como hombres, como homosexuales o como heterosexuales, nos hace más conscientes de nuestra unidad. Cada cosa que nos distancia en el fondo nos acerca, pues todos somos luz encarnada, todos somos sensibles y buscamos el amor, y todos, todos, somos iguales en nuestra esencia. ¿Para qué, entonces, encarnar tan diferentes y por qué buscamos en otro lo que se supone que ya tenemos? Simplemente, porque no lo vemos. Ni la mujer es la única que puede llorar ni el hombre es el único que sabe cazar. Como especie, las diferencias entre machos y hembras aumentaron cuando hubo que emplear más fuerza física. Las funciones del clan se dividieron repartiéndose la caza, el combate, la protección y, equivocadamente, el control sobre la procreación para el hombre, y el cuidado del hogar, los animales y el huerto, así como la atención a la prole, enfermos o ancianos, a la mujer. Esta división nos distanció generando falsos enemigos, haciéndonos creer que las mujeres no podían inmiscuirse en las cosas de los varones y al contrario. Por eso, aún hoy seguimos viendo en el otro a un contrincante que realiza algunos de los roles que nos gustaría vivir a nosotros pero que la sociedad dificulta y, a veces, impide. Esa diferencia hace que la sociedad haya creado una imagen de la mujer como un ser dependiente (realmente lo era, pues el hombre cazaba y solo entregaba la carne a las hembras predispuestas sexualmente) y al hombre como el proveedor de estabilidad, alimentos y bienes, que es como muchos hombres se ven todavía en la actualidad. Siglos después, con las guerras, muchas mujeres comenzaron a ocupar los puestos vacíos de los hombres cumpliendo la tarea igual, y a veces mejor. Ahí comienza el reconocimiento del poder de la mujer, cuando sale a trabajar a las fábricas, y poco después aumenta con la independencia de las mujeres para ser madres: ya no necesitamos al varón, lo cual ha hecho que muchos de ellos estén más perdidos que el barco del arroz, o, como decía mi profesor de Sexología, «en obras».

    La lucha entre los sexos va a terminar, pero no puede hacerlo si cada uno de nosotros no se reconoce como un ser completo pero sexuado en femenino o en masculino. Un cuerpo perfecto para la vida presente. Un alma viajera que ya estuvo en otros cuerpos y que ya hizo lo que ahora le hacen otros, pero que encarna en este vehículo para su misión de vida. Y que como especie humana, va a tener que ser un hombre o una mujer, sí o sí, pues todos los somos al 100%, salvo una mínima parte de los seres humanos que pertenece a lo que se conoce como «estados intersexuales» (aproximadamente el 1% de la población).

    A nuestra evolución como especie se unen los usos sociales que han generado una imagen ideal pero errónea de lo que es un hombre y de lo que es una mujer. La mujer debe ser, entre otras muchas cosas: atractiva (porque el hombre es visual), callada o discreta, hacendosa, buena cocinera, madre (o no «sirve» para ser madre) y buena amante si no quiere perder a su hombre. Pero aún está extendido el pensamiento de que si la mujer es demasiado lista eclipsa al varón (nunca supe que había un concurso), si gana más que él le hace de menos (?) y si le gusta el sexo es considerada una «lanzada» o una «fresca» (significa de moral relajada, liviana, o en lenguaje vulgar, puta).

    Por otra parte, el hombre lleva en su ADN, como tatuadas, varias órdenes y roles: proteger (especialmente a la delicada dama lánguida que vive en su torreón), conquistar (todo lo que pueda), batallar (¿seguimos en la época de las cruzadas?), cazar a la hembra (¿cómo puede un ser humano ser visto como una presa a la que derribar y vencer?), mantener a la prole (aunque sea porque lo dicta un juez) y desde luego, no expresar sus sentimientos o serán tachados de débiles, blandos o, en lenguaje coloquial «mariquitas» (afeminados).

    El grupo tacha al hombre que llora de débil o marica y a la mujer independiente de ramera o de loca, así que ¿cómo no vamos a tener dificultades en nuestras relaciones con los demás? ¿Dónde quedó nuestra luz, nuestra esencia? Claro que nuestra biología es distinta, muy distinta, y nuestra psique también. Pensamos de modos diferentes y sentimos de modos diferentes, pero ¿cómo podemos estar más cerca sin dejar de ser quiénes somos? Diciéndonos la verdad, sobre todo a uno/a mismo/a.

    La verdad es que cuando una mujer se percibe observada como un mero objeto de deseo, no se siente bien. La verdad es que el hombre está cansado de callar lo que siente y desea gritarlo, aún a riesgo de equivocarse. La verdad es que si nos miramos a los ojos somos mucho más parecidos de lo que la literatura del siglo XII nos contó, pero seguimos creyendo en cuentos de príncipes azules y princesas pálidas que esperan que un caballero en un corcel blanco las rescate de una familia controladora, un trabajo esclavizante o un matrimonio roto. Recaen sobre ambos sexos cargas antiguas que hemos de romper ya para no hacernos más daño. Digámonos la verdad para que la luz de ambas fuerzas brille en nosotros.

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    Digamos: querido hombre, tienes mi respeto. Adoro tu tenacidad, aunque yo también la tengo. Me gusta que me ayudes, pero puedo vivir sin ti. Cuando estés cansado puedes parar y descansar, solo o a mi lado. Pero recuéstate y recupera el resuello. Querido hombre, cuando tú me respetas como persona te haces más atractivo a mis ojos, y cuando no me sometes, camino libremente hacia tus brazos. Si me fuerzas te odiaré, ¿no sabes que se conquista más con el respeto que con la burla o el juego? ¿Olvidas que tu luz es lo que atrae a la mía?

    Digamos: querida mujer, cuando te miro presupongo que me necesitas y olvido que eres fuerte, como yo. Que puedes pedir lo que deseas y darte lo que requieres, y que cuanto más libre eres tú más valor tiene mi conquista o mi amistad. Olvidé que eres grande, capaz, y que es tu corazón el que te da el coraje para ser tú, para no depender de otros ni de otro. Querida mujer, compártete conmigo en libertad porque conquistar un alma libre demuestra mi valía y mi coraje, pero tener una mujer por la fuerza solo evidencia mi propia pobreza. Déjame que te conquiste con mis verdades, con mi sinceridad para que tú puedas también darme la tuya.

    Y así, unidos por la verdad, la guerra de los sexos se dará por terminada. Comprendiendo al otro, encarnado ahora en un cuerpo del sexo opuesto, con otras necesidades, deseos y miedos, pero ahora más cerca de ti. ¡Es entonces cuando podemos ver su luz, libre ya de la presión del cuerpo y del sexo biológico! Fuera del vehículo sagrado somos iguales, y ahí nos habitan el divino femenino y el divino masculino.

    EL DIVINO FEMENINO, EL DIVINO MASCULINO

    La energía de la que todos procedemos es el amor puro y esa energía comprende todas las cualidades y rasgos que podríamos dividir en femeninos y masculinos. Te propongo que pienses como alma, como energía, y verás que la línea entre varón y hembra, entre azul y rosa, se queda en la Tierra y deja de pesar. Integra en ti todas las energías benévolas de Dios, el Creador de todo (perdona que no haga el matiz de «dios/diosa» en cada frase, es un rollo innecesario. La palabra amor es masculina y no se ha muerto nadie por utilizarla, al contrario, bien que nos gusta).

    Te sugiero leer esta lista sintiéndola en tu corazón: Valentía, coraje, virtud, respeto, delicadeza, sensibilidad, apoyo, justicia, dulzura, integridad, honor, fuerza, verdad, unión, libertad, autocontrol, sensibilidad, generosidad, empatía, comprensión, evolución, poder, bondad, honradez, expresividad, pasión, diversión, intuición, escucha, sinceridad, flexibilidad, aceptación, lealtad, discreción, ofrecimiento, pureza… amor. Siente estas palabras una a una, pues forman parte de nuestra energía primigenia. ¿Podrías separarlas en masculinas o femeninas? Estás hecho de amor y el amor contiene ambas energías. La semillas de las cualidades que aún no has expresado por ser hombre o mujer ya están en ti en forma secreta y a la espera de ser expresadas. Hazlo para vivir de un modo más completo. Hazlo para que, desde tu cuerpo sexuado en femenino o en masculino, puedas ser lo que eres, el divino femenino y el divino masculino unidos llenando de amor un cuerpo físico, fuerte y delicado al mismo tiempo. Entonces tu cuerpo será generador de luz y totalmente irresistible, en cuerpo y alma, a cualquier mujer y a cualquier hombre.

     

  • LA HORA DE LA VERDAD

    En el momento de escribir este artículo el mundo está patas arriba porque un virus manipulado por el ser humano se ha propagado por el planeta afectando a la raza humana. Nuestras posesiones no se ven afectadas por este virus, pero sí nuestra humanidad… Tal vez habíamos olvidado qué era lo más importante en la vida y este bichito que se escapó por la ventana ha venido a mostrárnoslo.

    Sí, son momentos difíciles para todos: hay y ha habido muchísimos muertos, hay decenas de miles de contagios, y para colmo, los gobiernos intentan frenar la expansión de la enfermedad impidiendo el transcurrir de la vida como lo conocíamos. A esto le añadimos el parón económico y laboral que está suponiendo en todo el mundo, así que, sí, estamos de acuerdo: la situación es grave.

    Imagen de Serge Wolfgang

    Aceptando este hecho, he querido ir más allá de lo obvio y atravesar el velo que nos separa de Dios y de la Verdad como energía de amor intangible. ¿Qué toca hacer ahora? Unas palabras sonaron en mi corazón: “DECIRSE LA VERDAD”

    -Jolín –protesté como es habitual en mí-, ¿a qué os referís exactamente? ¿Qué le digo yo a mi gente (es así como llamo a todas las personas que seguís mi trabajo)?

    Me contestaron en lenguaje de luz, que significa que ponen imágenes y emociones que yo traduzco en palabras. A veces lo hago directamente como veis en los vídeos en directo, y otras, como en este texto, me paro a sentir cada uno de sus conceptos intentando traducirlo de un modo más cuidado e inteligible (es decir, fácil de entender). Lo hago por escrito para que conste en acta, es decir, para que se mantenga accesible para cualquiera que lo necesite y para todos aquellos que gustan de leer a su ritmo. Para los más auditivos, siempre hay y habrá vídeos en mi canal YouTube.

    A lo que iba… me respondieron y yo le he dado forma en este artículo.

    La verdad es aquella frecuencia o estado en la que la mente mira las cosa si no las juzga. Desaparecen los juicios, críticas, opiniones, y lo que es mejor aún, desaparecen los prejuicios, ideas concebidas antes de tener ni siquiera un dato o dos.

    La verdad es la honradez frente a uno mismo y frente a las cosas. Consiste en quitarse las máscaras, todas, las que sean: empezando por las de la belleza externa, las del artificio y el adorno, las de la transformación del cuerpo para gustar a otros. La verdad consiste en eliminar la creencia de que uno vale por lo que sabe, por lo que conoce. Y la verdad es, desde luego, borrar de un plumazo las ganas de agarrar las cosas materiales pensando que son una extensión del ser humano o un indicador de su valía.

    Al contrario, la verdad es la desnudez. ¿Cómo nacen los niños? Desnudos frente a la vida, sin nada, vacíos, esperando que las experiencias vayan conformando tus valores y su identidad humana, que solo es un reflejo, una parte de la identidad divina.

    Eso es lo que toca ahora. Desnudarse. Quitarse las máscaras frente a uno mismo, en primer lugar y decirse:-Sí, esto es lo que siento. Esto me duele, esto me martiriza y esto me quita el sueño.

    Deciros, a solas, lo que sentís:

    -Sí, me da rabia que tal persona no se dé cuenta de que existo. Me fastidia (usad la palabra que sintáis más adecuada: molesta, entristece, deprime, enferma, etc.) que la vida no sea como yo la esperaba. Me hace daño ver cómo yo misma/o no hago lo mejor para mí…

    Deciros también lo positivo, que es verdad y no orgullo. Es momento de decirse:-Sí, me gusta mi cuerpo. Me encanta mi voz, mi cabello, mi forma de pensar, o cómo me queda la comida.

    Decirse lo que es cierto sin evitarlo ni aumentarlo es un modo de acercarse al Creador, pues todo Él/Ella está hecho de verdades inalcanzables e indestructibles.

    Sí, sois seres sintientes y sensibles.

    Sí, podéis sufrir y gozar.

    Y sí, sois bastante exagerados.

    La verdad es también la neutralidad ante los hechos. La mirada objetiva sin emoción ni mente ante lo que ocurre, y el alma se acomoda a lo que es sin pena, ni lucha ni engaño. Cuando la mente se coloca a favor del viento que sopla es cuando la inteligencia sirve al alma y alineadas y unidas vosotros seréis conducidos a la verdad.

    Pero la inteligencia o la mente humana se aferra a ideas del pasado remoto metidas en las células del cuerpo de modo casi inseparable. Las vivencias en otras existencias y las vidas de vuestros ancestros os han regalado unas energías que os conforman y de las que tenéis que separar, como en el campo, el trigo de la paja. Pues la verdad es decir “gracias por todo lo que hay en mí, yo me encargo de conservar lo adecuado y dejar ir lo inadecuado”.

    Decirse la verdad es un doloroso ejercicio para la mente y agradable momento de amor para el alma. La sinceridad con uno mismo es una caricia amorosa y excitante en el rostro, es el roce deseado de la mano ansiada, es la comprensión pedida del alumno al profesor, y todo ello es posible con la verdad, sin depender de otros, sin necesitar a otros.

    Desnudarse es de valientes. Presumís de ser guerreros y estáis en el miedo. Miedo a la causa desconocida de cuanto sucede. Miedo al qué pasará. Miedo también a si cada uno de vosotros sabrá vivir lo que le toque sin enfermarse o deprimirse, valorando que todo lo que hace lo hace lo mejor que puede. Contra el miedo, la verdad.

    Así que despojaos de viejas ideas inservibles, de esquemas trasnochados que os impiden amar. Deshaceos del miedo al pasado, del pánico a repetir y repetir situaciones y traumas, pues parte del miedo a repetir es lo que lo provoca. Quitad las máscaras que os cubren y decid: sí, esto soy yo, con imperfecciones, con humor, con prisa, con desidia, con temor… Y este paso os conduce a un nivel superior de conciencia, a la auto estima y al otro.

    Si quieres éxito, en cualquier terreno de tu vida, la verdad es parte del camino, pues lo que no se fundamenta en la verdad, antes o después caerá. No podéis sostener una vida en otros cimientos que no sean lo que realmente tenéis. Duraréis poco tiempo en el podio de la mentira así que, tirad la máscara, por favor, es el momento de enfrentar lo que de verdad no os gusta para ir hacia lo único real, la inmortalidad del alma hecha de amor. Por eso, solo el alma que está en amor atraerá el amor.

    Os hablaremos ahora a cada uno de vosotros.

    Mírate. A solas, sin prisa, sin nada en la cabeza, sin sueños ni creaciones fantásticas sobre lo que ha de ocurrir. Como si estuvieras frente al mar, saca de tus bolsillos todo lo que no es tuyo y arrójalo para que las olas se lo traguen y no te lo devuelvan jamás.

    Busca en tu abrigo o en tus pantalones y en cada bolsillo encontrarás algo que arrojar hoy a las aguas azules de Gaia, que lo eliminará con su amor a ti.

    Deshazte del miedo a amar, en primer lugar, que es lo que te impide ser feliz. No importa si no te corresponden, no importa si estás en pareja o solo/a, si tienes familia o no: el amor no es personal. Al contrario, amar es algo general, ilimitado, amorfo, y no requiere un objeto determinado. Amar es una actitud que transforma cada una de tus células, cada uno de tus cabellos y te hace ser más luz.

    Ahora busca y tira el miedo a ser feliz, el miedo al éxito, la comparación… Arroja al agua, bien lejos, el deseo de agradar. ¿No sabes que eres maravilloso/a les gustes a otros o no? ¿Olvidaste que tienes libertad para ser quién eres? Nadie puede hacerte daño por negarte su atención o su aceptación, has de tenerla tú.

    Elimina ahora la mirada puesta en lo material como solución a tus problemas. Los problemas materiales tienen soluciones materiales, pero el resto no. Nada de lo que puedas comprar llenará tu corazón vacío. Ni el agua quita el hambre ni el alimento quita la sed después de un rato. Ninguna flor sustituye a un beso y ninguna joya sustituye a una persona. Solo son imágenes deformadas en espejos de feria que te hacen creer que necesitas otras cosas cuando, en realidad, lo que necesitas es tan solo amor.

    Es la hora de los valientes.

    Y ya en tu desnudez, mira a los demás a los ojos y observa lo que sientes. No lo disimules, no lo temas, no te lo ocultes. Mira, observa y siente. Sea lo que sea dítelo, a ti. Así sabrás lo que te ocurre realmente. Así sabrás lo que te pasa y lo que debes hacer.

    El guerrero mide el terreno, observa al enemigo y no se mueve hasta haber preparado su estrategia. Tú, que presumes de servir a la luz, imita la actuación del soldado que, antes de enfrentarse a otro, medita, descansa y prepara sus armas. Pues bien, ahora tú descansa, medita y sé valiente: tu arma es la autenticidad. El disimulo solo esconde tu deseo y, a la vez, tu miedo a la frustración.

    Es el momento de alejarse de todo aquello que huele a mentira, a orgullo y falsedad. Apártate de lo ambiguo, de lo fingido, de lo oculto. Ve sin máscaras, amor en mano, a la vida, a ti mismo, a Dios… y al otro. El valiente sabrá apreciar tu entrega y honrará tu magnífico valor. Quien no vea esto que se quede al otro lado, pues no está preparado para el maravilloso tesoro de tu entrega.

    Ya pasaron los tiempos de culpar a los padres, a los ancestros, a los gobiernos… a las brujas, a los dioses, a los maestros… Son los tiempos del alma adulta, la que asume sus errores y cambia su comportamiento. Es la hora de los valientes.

    Descansa, guerrero, es la hora del amor.

    Hecho de pedacitos de ti.

    El título de una canción me recuerda el mensaje que me dieron los maestros de que todos, absolutamente todos, estamos hechos de retazos. Cada alma, extraída del corazón del Creador, se revela a través de las múltiples vidas que tenemos en distintas dimensiones. Utilizamos cuerpos y avatares diferentes, viajamos a mundos lejanos, a estrellas olvidadas, y en cada una de esas existencias, tomamos unas cosas y dejamos otras. Cada persona nos otorga un modo de tratarnos, un insulto o un piropo, alegrías o penas. Vuestros lazos familiares traen atados regalos y deudas que no sabemos, a veces, colocar en nuestra casa actual. La mente transforma cada experiencia en un posible futuro, en una profecía, y le crea a la realidad una etiqueta o una caja donde quiere guardarla. Pero el alma, como humo inaprensible que no se deja agarrar, escapa a las cárceles y a los nombres, escapa a los traumas y al pasado e intenta, en cada nueva oportunidad, sanar los errores y poner amor donde manaba el miedo. Si el alma vence, el éxito en la misión está asegurado. Si la mente, orgullosa, terca y ambiciosa, gana la lucha, el alma llorará su mala suerte y se quedará encerrada en una celda de desamor con un carcelero llamado Miedo.

    Estás hecho/a de todos estos retales, de jirones de vidas pretéritas, pero con un patrón nuevo, vacío, limpio para esta nueva vida. Sin embargo, la mente te lleva a vivir otra vez con los retales viejos de los otros y de ti, y por eso se repiten las vidas y por eso se repiten el dolor y el drama. Cada amor y cada desengaño, cada éxito y cada bancarrota, cada acto de fe y cada acto de apostasía, dejan un pedazo en ti impulsándote a repetir el camino conocido. Sin embargo, si le preguntas al alma el camino adecuado, esta elige a ciegas, sin pensar, el camino perfecto del amor. Te dirá la verdad, te guste o no, te indicará en susurros delicados, qué hay más adelante en el camino y si has de tomarlo o no.

    Aunque estés hecho de experiencias y sueños, de risa y de muerte, casi a partes iguales, te pido dejar de lado la mente y consultar en el templo de la verdad, tu corazón. Ahí donde no hay errores ni temores, ahí donde se encuentran la sabiduría y el consejo de los maestros más elevados, ahí donde abunda la Gracias y donde el conocimiento humano queda relegado a lo que es: un saber limitado.

    Toma todos los fragmentos que te forman y pégalos con tu mirada. Une todos los trozos que tu alma perdió en las guerras, o en los partos, o en el paredón. Y con amor y confianza mira todas las piezas que te construyen y asume que tus viejos traumas entorpecen el contacto con el alma. Ahora, con esta nueva visión de ti, un humano hecho de experiencias, recuerda la verdad: también eres un alma inmutable, sabia y perfecta a la que la vida solo le afecta en positivo.

    Dite la verdad aquí y ahora.

    Dite: Mi luz encarna con una larga historia que asumo y que soy capaz de mejorar ahora mismo. Mi luz, eterna, venida del Creador, evoluciona con cada gesto de amor y todas mis partes se unen bajo el mandato del corazón.

    Así podrás ver cada experiencia, hermosa o traumática, como la base de tu vuelo, como el trampolín para ver luz en todo y en todos. Tal vez por eso el Maestro Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Tal vez, ahora, tu alma pueda volar sin lastres.